Título: Lost in La Mancha
Directores: Keith Fulton &
Louis Pepe
Año: 2002
Intérpretes: Terry Gilliam,
Johnny Deep (Él mismo/ Toby), Jean Rochefort (Él mismo/ Don Quijote), Jeff
Bridges (Narrador)
Calificación (sobre 10): 7
Esto es básicamente un documental,
aunque originalmente pretendía ser un making-of, sobre el fallido proyecto de
Terry Gilliam de rodar una adaptación libre del Quijote protagonizada por
Johnny Deep y Jean Rochefort que se fue a tomar por el culo por toda una serie
de catastróficas desdichas.
Sin dejar de ser un documental, y
por tanto, tener el ritmo y la duración propios de este género, Lost in La
Mancha resulta fascinante por ser lo que es, la crónica meticulosa de cómo una
película se puede ir a la puta mierda en cualquier momento, ya sea por errores
humanos del equipo de producción de la misma cómo por la pura mala suerte.
Así, durante algo más de una hora
y media somos testigos de cómo Terry Gilliam pudo poner, por fin, en marcha su
ansiado proyecto (por más de una década lo intentó sacar adelante) , The man
who killed Don Quixote, vemos la forma en la que quería adaptar la obra y
también los conceptos novedosos que quería introducir en el film, y sobre todo,
vemos la mejor cara del propio Gilliam, su innata habilidad como artesano, como
una persona capaz de plasmar de forma brutal sus imaginaciones en el mundo
real. Todo esto, al igual que el visionado del escaso metraje rodado de la
cinta que se nos muestra nos lleva a creer algo que bien podría haber sido
cierto, que de haberse podido terminar probablemente habríamos estado ante un
peliculón de la polla.
Y es entonces cuando todo se va
al infierno. Las malas condiciones climatológicas, la enfermedad del actor
protagonista, Jean Rochefort, y finalmente los problemas de financiación pusieron
el último clavo en la tapa del ataúd de la película. Somos espectadores de lo
mejor y lo peor que puede ocurrir durante un rodaje, un recordatorio de cómo el
destino a veces nos puede jugar una mala pasada.
Igualmente, durante toda la
cinta, además de ser puramente una crónica del rodaje, se intenta crear un
paralelismo entre la figura de Gilliam y la del propio Quijote, ambos, dos
hombres obsesionados con sus fantasías. Se nos muestra cómo, ante hechos que
habrían echado para atrás a cualquier persona racional, este sigue adelante,
obsesionado con terminar la película y con que todo se va a corregir sólo (el
optimismo personificado). Sus más allegados dentro del equipo de rodaje
intentan, cómo si de las figuras del cura y el barbero de la obra de Cervantes
se trataran, de hacerle recapacitar, traerle de nuevo a la realidad y hacerle
ver que el proyecto está abocado al fracaso. Sólo al final, cuando todo está
perdido y sin manera de solucionarlo es cuando Gilliam “recupera la cordura” y
termina aceptando la verdad, su Quijote no es viable y puede que nunca llegue a
serlo.
En resúmen, un documental breve,
muy ágil (se pasa volando), que puede llegar a interesar al público por lo que
es en esencia, la crónica de una fatalidad dentro del mundo del cine. Muy
recomendable.
Título: Hated: GG Allin & The Morder
Junkies
Director: Todd Phillips
Año: 1993
Intérpretes: GG Allin, Merle Allin, Dee Dee
Ramone, Unk
Calificación (sobre 10): 7
Esto es otro documental, de
apenas 50 minutos de duración y estética prácticamente casera, que debería
pasar a la posteridad por ser una de las crónicas más realistas y descarnadas
del postureo y la excentricidad que se han visto en la historia del cine, esto
es, un viaje a velocidad supersónica por la vida, obra y milagros de GG Allin,
un controvertido músico punk y su banda, The Murder Junkies.
Y es que la verdad es que poco
más se puede contar de ella. ¿Por qué merece la calificación que tiene? Pues
porque es una colección de extravagancias protagonizadas por un personaje cuya
manera de comportarse y de actuar es tan artificial que el documental completo
parece una historia de ficción, un mockumentary de esos, y sin embargo es real
cómo la vida misma.Y así vemos a GG Allin cagándose en el escenario y
comiéndose sus propias heces, le vemos cortándose el pecho a si mismo con un
cristal, golpeándose la cabeza con el micro hasta hacerse una brecha y dándose
de ostias con los fans únicamente para su propio regocijo. Por si esto no fuera
surrealista también somos testigos de la forma de pensar de Allin, el cuál
entre otras cosas estuvo afirmando toda su vida que se iba a suicidar durante
uno de sus conciertos o también que uno de los seres humanos al que mejor
comprendía era John Wayne Gacy, un conocido asesino en serie al que GG visitó repetidas
veces en el corredor de la muerte. Y finalmente, para echarle de comer aparte,
también somos testigos de todo el ecosistema que rodea a este freak de la mano
de sus compañeros de grupo (ojito a la filosofía expuesta en el monólogo del
batería nudista) y de las declaraciones de un fan más o menos normal de la
banda, el cuál llega a declarar que ha conocido a fans de GG cuya mayor ilusión
en la vida sería que este le partiera la cara a ostias, lo que nos lleva
directamente al yo conocido dicho de “¿Quién es más loco, el loco, o el que
sigue al loco?”.
Vamos, que esto es un documental
que entra como un tiro, no es nada pesado y que nos transporta durante 50
minutejos a un universo alternativo desconocido para la mayoría, y sin embargo
real, dónde la degeneración, la excentricidad y la consumición de fluidos
corporales es el pan de cada día. Por lo tanto, mola. Merece la pena verlo sólo
para flipar con todo lo que ocurre en pantalla y, ¿Por qué no?, para echarse una
risas.
Título: ¡Semos Peligrosos! (Uséase,
Makinavaja 2)
Director: Carlos Suárez
Año: 1993
Intérpretes: Andrés Pajares
(Maki), Jesús Bonilla (Popeye), Mario Pardo (Moromierda), Pedro Reyes (Pirata),
Llàtzer Escarceller (Matías), Lita Claver (Manolo)
Calificación (sobre 10): 6
Bueno. Pues otra película más del
Maki , que surgió a colación del éxito de la primera, y por tanto repite los
esquemas utilizados en esta, es decir, una colección de sketches protagonizados
por los personajes de los tiras cómicas de Ivá que, digamos, se alargan a lo
largo de hora y media más o menos, enlazándose unos con otros, para que
negarlo, de manera algo torpe.
Si tuviéramos que presentar un
argumento para la cinta podría ser algo como lo siguiente: el Maki sale de la
cárcel, se reúne con su compañero Popeye y el abuelo Matías y se pega unas
vacaciones en la costa, donde vive situaciones divertidas.
Desde luego, al igual que en la
primera, no se puede decir que haya una trama consolidada, pero hay que
reconocer que los responsables del guión de la película aprendieron de lo visto
en la primera parte y se molestaron en intentar enlazar mejor unos gags con
otros, especialmente en la transición entre los fragmentos del film que
transcurren en Barcelona y los que transcurren en la playita (a pesar de que al
final de la peli nos encontramos de nuevo con el problema de la torpeza en la
unión de los gags cuando, de repente, pasamos de encontrarnos en verano a estar
en plenas fiestas navideñas, pero bueno). Las situaciones son, en su mayoría,
divertidas pero monótonas, repitiendo gags ya vistos en la primera parte,
siendo la mejor parte de la película aquella que transcurre en la costa, con
los personajes intentando ligar con mujeres hermosas y estafando a los guiris
(y que ya sólo ver a Pajares con el fardapaquete de leopardo ya es motivo de
carcajada).
En cuanto al tema
interpretaciones, repiten todos los de la primera, siendo Pajares y Escarceller
los reyes de la fiesta (sobre todo este último, que es prácticamente el
coprotagonista de la cinta, incluso por encima de Jesús Bonilla), seguidos muy
de cerca por Mario Pardo y su personaje del Moromierda, al que le habrían
venido muy bien algunos minutos más (aunque lo idóneo habría sido que este y el
resto de la tropa del bar del Pirata se hubieran compartido espacio con Maki en
los fragmentos que transcurren en la playa, es decir, lo grueso de la
película).
En resúmen, Makinavaja 2 es lo
mismo que la primera, mismos esquemas, mismo tipo de humor, misma calidad de
las interpretaciones, y por lo tanto, a pesar de estar mejor construida y de
enlazar mejor unos gags con otros, creo que sólo gustará a aquellos a los que
les moló la primera.
Título: Big Bad Wolves
Directores: Aarón Exhales &
Navot Papushado
Año: 2013
Intérpretes: Lior Ashkenazi
(Micki), Rotem Keinan (Dror), Tzahi Grad (Gidi), Doval’e Glickman (Yoram)
Calificación (sobre 10): 7,5
Cuando oí hablar de esta
película, una cinta sobre pedofilia, torturas y asesinatos de niñas, que además
había cosechado buenas críticas, únicamente pretendía encontrarme algo sórdido
y entretenido. Y eso es justo lo que me encontré cuando conseguí localizar uno
de los pocos cines que la ha estrenado en Madrid y me metí a visionarla en una
sesión intempestiva a las cuatro de la tarde (sesión que por cierto, disfrute
yo sólo…una sala de 200 butacas y un solo espectador, será malo para el cine
porque no ganarán pasta, pero joder, que bien se disfrutan así las pelis).
Big Bad Wolves cuenta cómo por un
error humano, Dror, el principal sospechoso de una serie de asesinatos de niñas,
tiene que ser liberado por la policía israelí. Este hecho provocará que un
policía poco ortodoxo y el padre de la última víctima del asesino decidan
secuestrar y torturar a este sospechoso con el fin de que confiese sus crímenes
y revele la localización de los cadáveres de sus víctimas.
La película, con el claro
objetivo de venderse en el mercado mundial, ha sido promocionada mediante unas
declaraciones de Quentin Tarantino, las cuales pueden verse en el póster de la
misma, que la calificaban como “La mejor película del 2013”. Y es que es normal
que la haya gustado la película, porque en muchos momentos de la misma, parece
que la haya dirigido él mismo. A pesar de ser una cinta israelí, la película
respira cine americano de calidad por todos sus poros, en la dirección, en la fotografía,
en la banda sonora, en la propia conjunción de la banda sonora con las
imágenes, etc.
Se nota a kilómetros que intenta
ser una película destinada a llamar la atención más allá de sus fronteras, y
por si no lo consiguiera ya con su excelente acabado, añade a esto el que no se
corta un pelo. Big Bad Wolves es un film sangriento, sórdido y que no tiene
ningún tipo de problema en tratar sin escrúpulos temas cómo la pedofilia o la
tortura a seres humanos. Por tanto, considero que es una película que puede
llegar a ofender a los espectadores más sensibles, básicamente, a todos
aquellos que no puedan soportar ver, cómo ocurre a escasos minutos de comenzar
la cinta, el cadáver decapitado de una niña atado a una silla con alambre de
espino y las bragas por los tobillos…una escena fuerte (y no de las que más de
la película) sin duda, y un movimiento arriesgado por parte de sus
realizadores, que les honra, y mucho.
Uno de los grandes méritos de la
película es que transcurre prácticamente en su totalidad en el sótano de una
casa y sus alrededores, y por tanto, al margen de las escenas de torturas, el
peso de esta recae en los diálogos, que son frescos, ágiles y, en los momentos
más álgidos, hasta divertidos, y digo esto porque la peli, durante su primera
mitad es un thriller con unos asesinatos de por medio, pero, en el momento en
que los tres personajes principales se reúnen en el sótano, esta adquiere un
aroma a comedia negra (durante la cual, incluso el director tiene tiempo de
hacer bromas sobre los métodos de la policía israelí o sobre el conflicto entre
musulmanes y judíos en Tierra Santa), que se puede respirar en escenas cómo
aquella en la que el poli y el padre de la niña muerta se juegan a cara o cruz
quién empieza a romperle los dedos al sospechoso, aquella en la que la madre de
uno de los protagonistas le llama al móvil y toda la mentira que se tiene que
montar para evitar que se presente en la escena de la tortura, o la inclusión
del que, posiblemente, sea el mejor personaje de la cinta, el abuelo de la
última víctima y padre de uno de los protagonistas, que es el doble de cabrón e
hijoputa que todos los demás juntos, que se presenta en la casa donde ocurren
los hechos y también se une a la fiesta. Igualmente, los actores, sin ser una
maravilla, se desenvuelven bastante bien en las situaciones, por otro lado, tan
extremas, que les toca interpretar, y consiguen mantener, ayudados por un
guión, como ya he comentado, muy bueno (que juega continuamente con la presunta
culpabilidad del sospechoso sometido a torturas y con la doble moralidad que
esto implica), las casi dos horas que dura la película a un nivel notable.
Por tanto, tenemos una película
sórdida, violenta y atrevida, con un guión excelente, unas interpretaciones
aceptables y un trabajo de dirección y fotografía digno de cualquiera de los
grandes profesionales del cine americano actual. ¿Cuántas películas de la
cartelera actual pueden decir eso? No tengo más que decir. Muy recomendable,
aunque no sea adecuada para toda clase de público.
Título: Girls und Panzer (Garuzu ando Pantsa)
Director: Tsutomu Mizushima
Año: 2012
Producido por: Actas
Intérpretes (Voces): Mai Fuchigami (Miho
Nishizumi), Ai Kayano (Saori), Mami Ozaki (Hana Isuzu), Ikumi Nakagami
(Yukari), Yuka Iguchi (Mako)
Calificación (sobre 10): 6
Nos adentramos en el peligroso
terreno del anime japonés, territorio en el que un servidor está poco
experimentado (no es una de mis mayores aficiones) pero que reconozco que puede
llegar a enganchar a una persona más férreamente que la heroína más pura. Y de
todos los animes populares que hay, ¿Cuál es el que he escogido para inaugurar
este “estreno” dentro de los Visionados? Pues uno de tanques y colegialas.
Miho Nishizumi es una chiquilla
joven y vivaracha pero tiene un problema serio, esta traumada por un evento de
su pasado. La jovencilla llega a la academia Oaarai para señoritas buscando un
único objetivo, no tener que cursar “Maniobras con Tanques Blindados”, una
asignatura optativa restringida a mujeres que consiste básicamente en enfrentar
a equipos rivales de chicas a cañonazo limpio usando enormes tanques acorazados
de la Segunda Guerra Mundial. Dicho y hecho, Miho es obligada nada más llegar,
no sólo a cursar la asignatura, sino a liderar al equipo de la academia en los
campeonatos nacionales. Hará amigas, conducirá tanques, destrozará rivales,se
enfrentará a su hermana, la comandante de la temible academia Kuromorimine, y
encontrará su propia camino en el sensha-dô, el arte marcial de conducir
tanques.
Putos japos. Son los reyes del
surrealismo en estado puro. Sólo a ellos se les podía ocurrir semejante
disparate de argumento, una trama semejante a la de cualquier anime deportivo
pero adornada con elementos tales cómo academias femeninas enormes construidas
sobre portaaviones gigantes en perpetuo movimiento, un universo que parece una
mezcla entre la actualidad y los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial… y
chicas con minifalda y uniforme escolar conduciendo tanques.
Vamos a dejar las cosas claras,
la historia que nos cuenta Girls und Panzer es una mierda, el desarrollo y
ritmo de la misma, por tanto, deja también mucho que desear.
Y sin embargo, el anime tiene
algo, tiene magia, tiene esa capacidad que sólo pueden tener esta clase de
productos, la habilidad de, una vez terminados, llevarte a darte cuenta de un
hecho indiscutible, te has entretenido, lo has pasado bien.
Los personajes comienzan
importándote una puta mierda, pero, poco a poco, según se nos va desvelando las
pequeñas tragedias de cada una de las chicas (Saori quiere encontrar marido,
Yukari lleva siendo un ser asocial toda su vida, Isuzu y Miho son despreciadas
por sus familias, la primera por renunciar a sus raíces, la segunda, por
traicionarlas,etc) acabas cogiéndoles cariño y, para el final, se acaban
volviendo entrañables. Es inevitable, una vez terminado el anime, el que los
jóvenes nos sintamos identificados con Mako, esa joven constantemente
somnolienta y a la que la pura vagancia ha condenado a un futuro incierto
dentro de la propia academia Oaarai.Y no sólo gracias a esta dosificación con
cuentagotas de las historias relativas a cada personaje, sino también a las
pequeñas perlas de humor repartidas a lo largo de los doce capítulos del anime
se contribuye a cultivar esa empatía hacia los protagonistas, vease la relación
entre Mako y Sodoko, la mujer responsable de asegurar su futuro en la academia
(y sus subordinadas clonales); el vergonzoso castigo del “baile del pez
linterna” al que se somete a aquellas
que fracasan en el sensha-dô; las motivaciones de las chicas de la academia
para participar en las “Maniobras con Tanques Blindados, que van desde ganar el
prestigio necesario para resucitar el club de voleibol a participar en el
sensha-dô porque “asegura el encontrar pareja”, etc
Pero, sin duda, los tres mayores
logros del anime son el diseño de las animaciones, la banda sonora y, asociado
a ambos, la concepción y el diseño de los equipos rivales.
La calidad de la animación es
cojonuda, ya no sólo por el dibujo, muy suave y agradable, sino por el
tratamiento del color y, especialmente, por el diseño de los tanques y las
batallas, donde se nota, para bien, el uso del ordenador. De hecho, el anime
comienza con una escena de una escaramuza entre equipos rivales rodada en la
perspectiva de primera persona que es toda una declaración de intenciones en
cuanto a lo que animación se refiere, además de uno de los mejores momentos de
todo el anime.
Pero sin duda lo más brillante es
la genialidad de aquel al que se le ocurrió idear las características de cada
uno de los equipos rivales. Cada una de las academias femeninas que se
enfrentan a las protagonistas representan a cada uno de los contendientes de la
Segunda Guerra Mundial, pero además descarada e intencionadamente. Colegialas
con indumentarias y estética americana, italiana, británica, alemana y
soviética desfilan por la pantalla a la vez que los guionistas procuran que
cada uno de los equipos encarne los estereotipos y tópicos asociados a cada una
de estas nacionalidades. Así, las estudiantes británicas están en todo momento
con una taza de té en la mano; las americanas son unas excéntricas, unas
rastreras que usan técnicas de espionaje y, al ser las que más pasta tienen,
son también el equipo que más tanques tiene; las alemanas, obsesionadas por el
orden y la diligencia del mundo militar; y las soviéticas, prepotentes como
ellas solas.
Pero la cosa no acaba aquí, ya
que a todo esto va asociado el tema de la banda sonora. Esta es pegadiza,
alegre y festiva desde su tema principal (y yo soy un defensor de que un buen
anime tiene que llamar la atención del espectador desde el principio con un
opening vistoso y que quede fijado en la retina del mismo) hasta la canción que
suena en los créditos, pero es que además, a algún otro genio responsable de la
banda sonora se le ocurrió que cada escuela debería tener un tema musical para
las batallas ¿Y qué tipo de música podría ser la más adecuada para un producto
de este tipo? Pues una basada en marchas militares y canciones tradicionales de
la época de la Segunda Guerra Mundial. Así, las británicas entran en acción al
ritmo de The British Grenadiers, las americanas tienen el ultraconocido Battle
Hymn of the Republic, las soviéticas, la también mítica Katyusha, y el delirio
llega cuando ves a las colegialas alemanas formando escuadrones de tanques y
cargando contra el enemigo al compás de Panzerlied, el himno de las tropas
acorazadas alemanas en los tiempos del führer.
Resumiendo en pocas palabras.
Girls und Panzer es un anime entrañable y simpático, pero con una historia de
mierda y un punto de partida que rezuma surrealismo por todas partes, de manera
que sólo se podrá disfrutar de verdad si el espectador se centra y desconecta
el sentido de la lógica de su cerebro. Dicho queda. ¡¡Panzer vor!!
Título: Corpse Party: Tortured
Souls
Director: Akira Iwanaga
Año: 2013
Producido por: Asread, Mages
Intérpretes (voces): Shimono Hiro
(Satoshi Moshida), Eri Kitamura (Yuca Mochida), Rina Satou (Naomi Nakashima),
Ikue Ootani (Sachiko), Tetsuya Kakihara (Morishige), Satomi Arai (Seiko)
Calificación (sobre 10): 3,5
Putos japos…pueden ser capaces de
hacer las cosas más épicas y fantabulosas, las más surrealistas y descojonantes
y también, las mierdas más infectas de la Tierra, categoría a la cual
pertenece, por cierto, Corpse Party: Tortured Souls.
Bueno esto de que va...pues un
grupo de chavales, la hermana pequeña de uno de ellos y una profe de su
instituto hacen un hechizo de amistad perpetua, pero este sale mal y acaban
transportados a una escuela maldita donde los fantasmas de los muertos les
persiguen para masacrarles, por lo que no tendrán otra que intentar escapar de
allí.
Osease un anime de terror que cause
cero pánico en el espectador, cosa que se nota desde el propio opening, que
parece una puta canción de Nightwish. A pesar de ser super breve, durando
únicamente cuatro capítulos, los realizadores de este cacho de mierda
demuestran no tener ni puta idea de mantener la tensión o el suspense en el
espectador o de construir una trama con un ritmo que mantenga al mismo
enganchado de principio a fin. La mitad del anime es un puto coñazo en la que
los chavales caminan por pasillos, encontrándose fantasmas y muriendo si es que
les toca, y la trama avanza a duras penas para resolverse prácticamente en su
totalidad en el último capítulo, con lo cual se puede decir que los tres
anteriores son en su mayor parte relleno. Por tanto, cero interés en la
historia que nos cuentan.
Nula capacidad también de
desarrollar unos personajes adecuadamente, de hecho, el anime viene acompañado
de un episodio complementario de 20 minutos en el que se profundiza más en las
relaciones entre los personajes que en los otros cuatro capítulos juntos (y en
el cual aprovechan también para meternos a dos chiquillas frotándose las tetas
entre sí y a una niña de 13 añitos desnuda en la bañera, con lo cual además
completamos nuestra dosis de ese fenómeno tan repugnante como legalmente
cuestionable cómo es la inclusión de menores de edad en actitudes eróticas en
la animación japonesa…¡Viva el país del Sol Naciente!). De esta manera podemos decir
que, si no fuera porque nos dejan claro en el anime que son amigos de toda la
vida, podríamos creernos que los personajes de Corpse Party: Tortured Souls se
conocen por primera vez en el momento en que el primer episodio da comienzo.Así
de impersonales y vacíos de sentimientos son estos. No son más que pura
carnaza.
Eso sí, a demostraciones de que
ellos son los que más cojones tienen de la Tierra, nadie gana a los japoneses,
y aquí nos lo demuestran metiéndonos unas cantidades de sangre y tripas desmedidas
en cada una de las muertes que se suceden, además de matar, no a uno ni a dos,
sino a casi una decena de niños a lo largo de su duración, mostrándonos
explícitamente como les acuchillan los ojos y les cortan las lenguas, cosa que
disfrutarán las personas que, cómo un servidor, son amantes de la casquería más
burra.
En resúmen, Corpse Party:
Tortured Souls es una mierda pinchada en un palo, aburrido, vacío de
personalidad y casi, casi, de cualquier cosa que hace que algo sea entretenido.
Eso sí, las escenas de gore son crueles, sangrientas y explícitas, por lo que
si te saltas el grueso del metraje y vas directamente a estas, igual puedes
sacar algo de provecho de su visionado. De otra manera, no lo harás.
Título: Arrow (Season 2)
Emitido por: The CW (2013-2014)
Intérpretes: Stephen Amell (Oliver Queen/
Arrow), Katie Cassidy (Laurel Lance), Willa Holland (Thea Queen), David Ramsey
(John Diggle), Emily Bett Rickards (Felicity Smoak), Colton Haynes (Roy
Harper),Susanna Thompson (Moira Queen),Paul Blackthorne (Quentin Lance), Caity
Lotz (El Canario), Manu Bennett (Slade Wilson), Summer Glau (Isabel Rochev)
Calificación (sobre 10): 9
NOTA: Spoilers de la Primera
Temporada de Arrow. Cuidado al leer.
Arrow fue uno de los mayores
pelotazos de la televisión americana del año pasado sin ninguna duda. Era la
primera vez en mucho tiempo que se ofertaba al público una serie de superhéroes
seria y centrada al cien por cien en adaptar el cómic original, algo por otra
parte, nada de extrañar en los tiempos que corren, en los que el género de
superhéroes es más taquillero y está más de moda que nunca. Y sin embargo, a
pesar de sus buenas intenciones, la serie tenía sus fallos, los actores no eran
precisamente los mejores del gremio y la serie, capítulo tras capítulo llegó a
estancarse en la rutina y empezaba a resultar monótona. Aun así, al igual que
en cualquier arco argumental de presentación de un serie de cómic nueva, los
responsables de esta primera temporada demostraron que esta había sido nada más
y nada menos que una prueba, une experimento para comprobar como podía calar
una serie de este tipo entre el público, atando todos los cabos sueltos y
cerrando todas las tramas abiertas en un fantástico cierre de temporada con su
consiguiente cliffhanger Una vez comprobado el éxito, las cabezas pensantes de
Arroz se sentaron a planificar el siguiente paso y llevaron a cabo lo que toda
serie debería tener, una potenciación de sus virtudes y una reducción de sus
defectos. El resultado, una segunda temporada que ya se ha convertido en más
que una serie buena y entretenida…es ya historia viva de la televisión.
El final de la primera temporada
nos dejó a una Starling City devastada por las consecuencias de la malvada
estratagema de Malcolm Merlyn y a un Oliver Queen destrozado por la muerte de
su amigo de toda la vida Tommy.
Ahora, unos meses después de
estos hechos, Oliver vuelve a la ciudad para enfrentarse a sus demonios y a una
familia rota de la mejor forma que sabe, retomando el hábito de Arrow, pero ya
no cómo justiciero sin piedad, sino cómo héroe en toda su plenitud. Y así,
mientras este se enfrenta a sus propios problemas, en Starling City aparecen
nuevos héroes enmascarados en las calles, vuelven viejas amenazas y surgen
nuevos peligros que, para más inri, parecen estar relacionados con el pasado de
Oliver.
Mientras tanto, en los flashbacks
en la isla de Lian-Yu, Oliver, Shado y Slade, tras haber superado con éxito el
enfrentamiento contra las tropas de Fyers al final de la primera temporada,
apenas tienen tiempo para relajarse cuando tienen que hacer frente a una nueva
amenza, la llegada de un barco cargado de mercenarios comandados por el
Profesor Ivo, un científico consagrado a la búsqueda de un antiguo experimento
japonés que fue abandonado durante la Segunda Guerra Mundial en dicha isla.
Así, en un primer momento,
tenemos un planteamiento comiquero y clásico a más no poder, el del héroe que
se replantea sus propios principios, que siempre quiere ser mejor persona, a
pesar de que sea un ser humano ejemplar si se le compara con el común de los
mortales. Sin embargo, a diferencia de en la primera temporada, en la que el
conflicto interno del héroe era estirado cómo un chicle a lo largo de toda su
duración, esta situación dura lo justo y lo necesario, y es entonces, concretamente
en el noveno capítulo, donde un giro de los acontecimientos totalmente
inesperado transforma la serie en un producto de acción puro y duro, una
carrera contrarreloj para evitar una serie de eventos que suponen una amenaza
aún mayor que la mostrada por Malcolm Merlyn al final de la primera temporada.
Pero no sólo a base de acción, ritmo vertiginoso y piruetas del guión sobrevive
la serie a partir de dicho momento, sino que también guarda pequeños momentos
para centrarse en cómo cada uno de sus personajes afronta sus errores pasados,
tanto Oliver, en una trama que pasa a estar íntimamente unida a la de los
flashbacks en la isla; cómo Moira Queen, a causa de su participación en los
desastrosos eventos que prácticamente llevaron a Starling City a su destrucción;
Roy, cuya obsesión con el vigilante enmascarado a punto estuvo de costarle su
relación con Thea, obsesión que parece reanimada a raíz de los hechos que
transcurren a partir del capítulo noveno; Felicity, que se siente poco menos
que un lastre para el grupo; Diggle, al que sus vivencias en la guerra y la
muerte de su hermano siguen persiguiendo incluso muchos años después de que
sucedieran; Laurel, a la que la muerte de Tommy, y su creencia en que no pudo
salvarlo, le acaba arrastrando a un alcoholismo y a seguir los pasos de su
padre como antagonista de Arrow dentro del sistema legal; e incluso el propio
detective Lance, quién empieza a afrontar que quizá la imagen que tenía del
vigilante no era la correcta, y que puede que todo este tiempo haya estado
persiguiendo a quien no debía. Por tanto tenemos una trama bien construida, con
un ritmo que te cagas, surtida cada dos por tres de giros de guión que
mantienen la atención del espectador y un desarrollo de los personajes mucho
más importante que el sufrido durante la primera temporada (y qué, cómo si esto
fuera Juego de Tronos, nos hace temer por las vidas de todos y cada uno de
ellos), ¿Qué es lo queda para lograr la serie de superhéroes casi perfecta?
Pues contentar al espectador friki de turno, cosa que los responsables de la
serie hacen de la forma que mejor saben hacer, introduciendo todos los
personajes procedentes de los cómics que el guión puede soportar. Así, a lo
largo de los 23 capítulos de los que consta la segunda temporada, asistimos a
todo un desfile de referencias comiqueras, entre las que se cuentan los
regresos de Deadshot, China White, la Cazadora y el Conde Vértigo, y la
introducción de nuevos personajes como el Rey Reloj, Solomon Grundy, Bronze
Tiger, la Liga de los Asesinos, el Muñequero, el Hermano Sangre o, mi favorita
personalmente, Amanda Waller y su Escuadrón Suicida, que, seguramente, van a
dar mucho que hablar en futuras temporadas, si es que no acaban recibiendo
serie propia.
Pero, de entre todas estas
referencias comiqueras, sobresalen, por su importancia capital en esta
temporada, dos: la introducción de Canario Negro y la de Barry Allen.
Hablar sobre la participación del
Canario en esta temporada sería cuajar esta reseña de spoilers gordos como
puños, por lo que me limitaré a comentar que nos lo presentan en un inicio como
un nuevo enmascarado que surge en las calles para hacerle la competencia a
Oliver, para, a mitad de la serie, darnos un vuelco completo a sus motivaciones
y comportamientos (entre los cuales se
incluye un posible bisexualismo), y pasar a ser lo que es en los cómics, un
sidekick del vigilante. En cuanto a Barry Allen, su intervención se limita a un
capítulo, pero es una participación de importancia superlativa por la sencilla
razón de que la próxima vez que lo veamos en la pequeña pantalla irá provisto
de un traje rojo, unas alitas en su cabeza y el símbolo del rayo en el pecho,
pues estamos ni más ni menos, que ante la presentación del actor que va a
encarnar a Flash, es decir, uno de los pilares fundamentales del universo DC,
en su propia serie de próximo estreno (y esto no es ningún secreto).
Pero no sólo en lo referente a
guión y desarrollo de la trama han mejorado los responsables de la serie, sino
también en lo referente a dirección (las secuencias de acción, especialmente
las que acontecen en los últimos tres capítulos de la temporada, pueden
presumir de superar con creces a muchas películas de superhéroes con
presupuestos millonarios en cuánto al nivel de pulso en la cámara, ritmo de las
peleas y coreografía de las mismas) y, sobre todo, en interpretaciones, que sin
ser merecedoras de un Emmy (de hecho, actrices cómo la que interpreta a
Felicity o la que encarna a Shado, dan más lástima que otra cosa), si resultan
correctas y no llegan a molestar, cosa que encaja perfectamente con el espíritu
de la serie, pues estamos ante una serie de temática superheroica, en la que la
acción y la trama tienen prioridad sobre la calidad de los intérpretes, y no ante una serie seria
y profunda de verdad cómo las superproducciones de la HBO.
Stephen Amell, Katie Cassidy y
Colton Haynes mejoran con creces sus interpretaciones, se muestran mucho más
cómodos y se desenvuelven mucho mejor que en la primera temporada, pero una vez
más, se ven superados por otros personajes menos principales. Seth Gabel,
interpretando una vez más al Conde Vértigo, nos da una lección en apenas 50
minutos de cómo componer un villano histriónico comiquero clásico en un papel
en el que podemos ver trazas de lo que fue el Joker de Heath Ledger en El
Caballero Oscuro. Caity Lotz demuestra cómo debería ser presentada una
justiciera femenina, ya sea en la pequeña o en la gran pantalla, es decir,
agresiva, fiera, ágil, con alguna que otra punchline memorable, un traje
ajustado y un par de tetas bien puestas, pero sin llegar a extremos exagerados.
Pero si hay alguien que merece el respeto y la devoción de los espectadores por
su papel en esta segunda temporada es Manu Bennett, quién nos deja acojonados
con su interpretación de Slade Wilson, uno de los personajes que más evoluciona
durante esta segunda temporada, y que se convierte en una de las
interpretaciones más imponentes y
salvajes que he podido disfrutar en todos los años que llevo viendo series de
televisión.
En resúmen, la segunda temporada
de Arrow tiene todos los ingredientes necesarios para componer, ya no sólo una
buena serie, sino cualquier producto audiovisual de temática superheroica, y
esto es, una buena historia, un buen ritmo en la sucesión de los hechos, giros
de guión sorprendentes, secuencias de acción trepidantes, buena caracterización
de los personajes, todo un cúmulo de referencias a los cómics originales e
interpretaciones que, si bien son mejorables, no molestan en ningún momento.
Por ello, me atrevo a decir una vez más, que en esta ocasión, si se ha logrado.
Arrow, ha hecho historia de la televisión. Se ha convertido en un ejemplo a
seguir, ya no sólo por todos aquellos que alguna vez quieran adaptar un cómic,
sea al cine o a la televisión, sino cómo la prueba definitiva de que los errores
se pueden corregir y el producto se puede mejorar contentando a realizadores y
público por igual.
Mis respetos a los responsables.
Un trabajo sobresaliente.
Título: Asesinato en 8 mm (8 MM)
Título en Latinoamérica: 8 Milímetros
Título en Serbia: 8 Milimetara
Título en Latinoamérica: 8 Milímetros
Título en Serbia: 8 Milimetara
Director: Joel Schumacher
Año: 1999
Intérpretes: Nicolas Cage (Tom Welles), Joaquin Phoenix (Max California), James Gandolfini (Eddie Poole), Peter Stormare (Dino Velvet), Anthony Heald (Longdale), Catherine Keener ( Amy Welles), Chris Bauer (Máquina)
Calificación (sobre 10): 7
Una de esas películas de aquella
época pasada en la que Nicolas Cage era todavía, si no un actor bueno o
versátil, un actor solvente, de aquella reducida casta de nombres que te podían
salvar el culo en cualquier situación en la que necesitaras una de ellos para
tu película. A aquella etapa pertenecen films como Cara a Cara, Con-Air, La
Roca o esta Asesinato en 8 mm en la que Nicolás interpreta a un detective
privado que es contratado por la viuda de un millonario para que determine si
una supuesta película snuff que este poseía es auténtica o no, para lo cual se
tendrá que infiltrar en los ambientes más sórdidos del inframundo pornográfico
americano.
Más allá de las interpretaciones,
entre las que destaca especialmente un Joaquin Phoenix interpretando a un
dependiente de un sex-shop que empezaba a asomar la cabeza en Hollywood, y los aspectos
técnicos (de hecho, el aspecto general de la película es prácticamente de
telefilm), la película destacada más por lo que enseña de tapadillo que por lo
que ofrece. De esta manera, el retrato de esos mercados de venta de pornografía
en sótanos y garajes, esos sitios tan sucios en los que podías encontrar desde
sadomaso hasta, si tenías la desgracia, pornografía infantil, que ya quedan tan
lejanos, vestigios de una época en la que Internet aún no había despuntado y
cualquier cosa que quisieras tener, hasta la más ruin y repugnante, debía ser
adquirida en formato físico; resulta de lo más efectivo, al igual que los
breves momentos en los que vemos esa “Agencia de casting”, prueba también de
cómo Hollywood puede ser una fábrica de pesadillas tanto cómo de sueños.
Y así, entre tanta mierda y tanta
ruindad humana, es normal que los personajes de la cinta se vean afectados. De
esta manera, el espectador, más que de un thriller tensa y vibrante (que lo es
en algunos momentos), es testigo de un descenso hacia la oscuridad del
personaje de Nicolas Cage conforme este se va introduciendo en ese mundo
sórdido en el que se desarrolla la historia. Desde el de hombre de familia,
amante de la tranquilidad y el buen dinero, pasando por el de el inocente que
se topa de bruces con la cruda realidad, hasta, finalmente, el de aquel que
decide enfrentarse a toda esa maldad, momentos en los cuales, el personaje de
Nicolas Cage, se parece más a la figura del Castigador de la Marvel que muchos
otros justicieros pertenecientes a películas rodadas precisamente con esa
intención. A todo esto se suma esa reflexión final que nos deja la cinta, la de
que cualquier persona, incluso aquella más sencilla o de aspecto más común, o
incluso aquella más cariñosa, puede llevar dentro un monstruo ansiando salir a
alimentarse.
En resúmen, una película que no
destaca por sus interpretaciones, ni por su estilo, ni por la trama que
desarrolla, sino por aquello que nos muestra, por abrirnos una puerta a un
universo semi-oculto para el común de los mortales, un mundo siniestro y
repugnante, y sin embargo, tan real cómo la vida misma. Y que esto cale en el
público sólo sirve para ratificar una realidad innegable a día de hoy: el ser
humano es morboso por naturaleza, y lo que causa morbo y desagrada, en el fondo
atrae y vende.
Título: Hércules (2014)
Título en Serbia: Herkul
Director: Brett Ratner
Intérpretes: Dwayne Johnson (Hércules), John Hurt (Rey Cotis), Joseph Fiennes (Rey Euristeo), Rufus Sewell (Autolycus), Ian McShane (Anfiarao)
Calificación (sobre 10): 4,5
Hércules es un caricato, una burda parodia de sí mismo. Ni
es hijo de Zeus ni ostias, simplemente un cenutrio hipermusculado que da ostias
como panes que vive alimentando su propia historia con esta clase de mitos, con
el fin de asegurar la disponibilidad y ser reconocido allá por dónde pasa.
La pena es que el rey de Tracia está
atrapado en una guerra civil y su ejercicio es poco menos que un grupo de
inútiles, así que, ¿Qué mejor entrenador para dichas tropas que el hijo de
Zeus? Así, dicho y hecho, Hércules pondrá rumbo a Tracia, donde vivirá una
experiencia que le enseñará la diferencia entre lo que significa ser un hombre,
y lo que significa ser un mito.
Empezando por que nos venden una historia que parece que va
a retomar el concepto del Hércules mítico para después mostrarnos luego esto,
continuando con una historia mil veces contada y un ritmo que resulta un
coñazo, y terminando con un plantel de actores que, en su mayoría, dan más
vergüenza que otra cosa, resulta que las expectativas que uno podía poner en
este nuevo Hércules se acaban esfumando a la velocidad de la luz cuando uno se
sienta delante de la pantalla.
En primer lugar, hay que decir que Dwayne Jonson (The Rock
para los amigos) se ha puesto tan monstruosamente fuerte y grande (ignoro si el
Anabol habrá tenido algo que ver con ello) que te crees que perfectamente pueda
ser el Hércules de la leyenda, vamos, que tiene presencia en la gran pantalla e
impone lo mismo que el Swarchenegger de los tiempos de Conan el Bárbaro,osease,
un maromo que da ostias como panes, sabe moverse en las escenas de acción y no
es necesario que sepa actuar como un intérprete digno de Óscar.
Pero una cosa es llevar a cabo una interpretación mediocre,
y otra cosa es causar vergüenza ajena, y de esto último tenemos para dar y
repartir. Joseph Fiennes sale cinco minutos y, ya sólo con tan poco tiempo en
pantalla, te hace desear el tener el poder de meterte dentro de la propia
película para retorcerle el pescuezo. John Hurt tiene un papel más largo, pero
da más pena que otra cosa. En sus ojos vidriosos y grises se contempla toda una
vida de sufrimiento y penurias, propia de un actor que ya hace años que dejó de
conocer sus mejores tiempos, que ya está con un pie en la tumba y que debería
retirarse ya por su propio bien y dignidad. Sobre el cameo de Irina Shayk (la
novia de Cristiano Ronaldo) sólo diré que sale dos minutos, enseña el culete y
se va, pero aún así consigue ella solita ocupar la mitad del póster, que no se
note que dos tetas tiran más que dos carretas.
Desde luego, el mejor actor de la película de calle, es el
irregular pero siempre solvente Ian McShane, que aquí interpreta al mejor
personaje de la película, una especie de místico que afirma haber predicho su
propia muerte y, por tanto, le echa más cojones que nadie en las batallas, pues
cree tener la seguridad de que “no le ha llegado su hora todavía”.
En cuento al resto de aspectos la película, podemos enumerar,
una dirección llevada a cabo por un mercenario (en este caso, el señor Brett
Ranner), unas acciones bastante pobremente ejecutadas, unos efectos especiales
bastante dignos para lo que tenemos entre manos y una banda sonora que no es
más que un refrito de la música de todas las películas épicas de los últimos
diez años.
Aun así, la peli resulta entretenida, aún salvando sus
muchas taras, y podría ser un complemento perfecto para pasar el tiempo una
tarde domingo. Ahora, ni de puta coña merece la pena un mísero duro por ella,
sea en cine, sea en formato doméstico.
Título: El Increíble Burt Wonderstone (The Incredible Burt Wonderstone)
Título en Serbia: Neverovatni Bert Vonderstoun
Director: Don Scardino
Año: 2013
Intérpretes: Steve Carell (Burt Wonderstone), Steve Buscemi (Anton Marvelton), Jim Carrey (Steve Gray), Olivia Wilde (Jane), James Gandolfini (Doug Munny), Alan Arkin (Rance Holloway)
Calificación (sobre 10): 6
Título en Serbia: Neverovatni Bert Vonderstoun
Director: Don Scardino
Año: 2013
Intérpretes: Steve Carell (Burt Wonderstone), Steve Buscemi (Anton Marvelton), Jim Carrey (Steve Gray), Olivia Wilde (Jane), James Gandolfini (Doug Munny), Alan Arkin (Rance Holloway)
Calificación (sobre 10): 6
He aquí una comedia perteneciente a ese género de comedias,
cada vez más escaso, en el que la escatología y los chistes de pollas y sexo
quedan a un lado para dejar paso a un humor más blanco y, por qué negarlo, más
satisfactorio y agradable a largo plazo.
Burt Wonderstone y Anton Marbleton son amigos de toda la
vida y, a la vez, una de las parejas de magos más exitosas de Las Vegas. Sin
embargo, cuando comienza a despuntar un nuevo mago callejero y Burt se niega a
renovarse o morir, acaba condenado al ostracismo y a una situación de penuria y
miseria de la que tendrá que salir de cualquier manera.
La película, todo hay que decirlo, cuenta con un talento
sobresaliente del humor cómo es Steve Carrell, que se lleva al espectador para
su terreno él solito, aunque para ello cuente con la ayuda de un Steve Buscemi
con un peluquín y una perilla falsa que ya causa la risa sólo con verla y un
Jim Carrey, muy pero que muy controlado para lo que es él (aunque el desenlace
de la historia de su personaje nos devuelve al Jim Carrey más loco de la forma
más despollante posible). A este trío se une, de forma más anecdótica que otra
cosa, la hermosa Olivia Wilde (la doctora Trece de House), que básicamente
permite que la película no sea un bosque de rabos y que el género femenino
tenga algo de protagonismo.
En general, es una película que pienso que está hecha para
gustar, el humor es muy blanco, muy “para todos los públicos” y, en muchos
casos, se apoya mucho en la complicidad entre el actor y el gag (por ejemplo,
hay bromas que únicamente funcionan por
el hecho de que Steve Buscemi es feo cómo un puto lagarto del desierto); las
interpretaciones son buenas para lo que exige la película y esta dura poco más
de 90 minutos, por lo que se pasa volando, y más aún, cuando nos paramos a
pensar en que, de hecho, la trama tampoco es nada del otro mundo (la clásica
historia de caída y redención tan propio de Hollywood).
Y poco más se puede decir, salvo que mola un puñado tanto el
hecho de que se describa a la magia como “el arte de seducir a la gente” cómo
la canción de “Abracadabra” que meten los protagonistas durante su actuación.
La verdad es que prácticamente todas las comedias americanas tienen bastante
poco que comentar, simplemente con que hagan reír en un par de momentos ya
suelen resultar entretenidas.
Muy buena o muy mala tiene que ser para que se pueda
escribir una reseña extensa.
Título: Little Nicky
Título en Latinoamérica: El Hijo del Diablo
Título en Serbia: Mali Niki
Director: Steven Brill
Intérpretes: Adam Sandler (Nicky), Harvey Keitel (Diablo), Patricia Arquette (Valerie), Tommy "Tiny" Lister (Cassius), Rhys Ifans (Adrian), Reese Whiterspoon (Holly)
Calificación (sobre 10): 1
Título en Latinoamérica: El Hijo del Diablo
Título en Serbia: Mali Niki
Director: Steven Brill
Intérpretes: Adam Sandler (Nicky), Harvey Keitel (Diablo), Patricia Arquette (Valerie), Tommy "Tiny" Lister (Cassius), Rhys Ifans (Adrian), Reese Whiterspoon (Holly)
Calificación (sobre 10): 1
Ostia puta, que jodido horror.
Si hace unas pocas líneas comentábamos que con que una
comedia americana con poco que hiciera reír bastaba para convertirla en una
buena, o como mínimo entretenida cinta, aquí hablamos de la otra cara de la
moneda, esas películas que se presentan como comedia pero que no hacen ni puta
gracia en ningún momento. Y la verdad, tras haberla visto, creo sinceramente
que uno de los mejores ejemplos de esta situación es Little Nicky.
La película gira en torno al diablo y sus hijos, los cuales
quieren heredar el trono del infierno, pero, cómo su padre se lo niega, deciden
ir a la Tierra y convertirla en su infierno particular, o al menos eso hacen
Cassius y Adrian, porque Nicky, el tercer hijo del diablo, que no tiene ningún
interés en esta clase de planes, recibe otro cometido de parte de su padre,
viajar también a la Tierra pero para devolver a sus hermanos al infierno.
Adam Sandler habrá hecho películas mejores o peores, pero
desde luego Little Nicky es la obra de un retrasado mental. Argumento idiota,
personajes patéticos, interpretaciones merecedoras de una cadena perpetua y
unos malamente llamados gags que no son más que completas subnormaladas. Desde
el primer gag con Jon Lovitz en plan voyeur hasta el cameo de Tarantino, que da
más pena que otra cosa, pasando por la infame coña, que se repite varias veces
a lo largo de la película, del Pollo Popeye (que dicho sea de paso, ignoro cómo
será en versión original, pero no me extrañaría en absoluto que fuera algo que
se hubieran inventado los dobladores en pleno proceso de doblaje de lo mala que
es la broma).
En lo referente al tema actores, esta es sin duda una de
esas películas que deberían mostrar en los cursos de cine cómo el ejemplo
perfecto de cómo NO escoger y coordinar un casting adecuado para una comedia.
Adam Sandler se muestra como digno deudor del Jim Carrey más histriónico y
desatado, con un perpetuo careto de idiota perdido, más cercano al ictus
cerebral que al de una mueca que pudiera parecer simpática; por otro lado
tenemos a la pobre Patricia Arquette y al señor Rhys Ifans, dos pobres seres
humanos a los que alguien un día, equivocadamente, les debió decir que tenían
talento para la interpretación, cuando lo que demuestran en películas cómo esta
es que dan más lástima que un cachorro de husky apaleado; Harvey Keitel debió
de sufrir amenazas de muerte de parte de los productores para que se planteara
siquiera salir en esta película y el resultado es que, ya no sólo es que haga
un personaje lamentable interpretándolo de forma igualmente lamentable, sino
que lo hace de una forma tan desganada y sudando de todo que parece que en
lugar de billetes estuviera cobrando en chicles de melón por su papel; y
finalmente, para rematar esta menestra de interpretaciones mierdosas, tenemos a
una Reese Whiterspoon haciendo de ángel celestial a la que dan ganas de
ahogarla en un cubo de lejía para acabar de una vez con la vergüenza ajena que
provoca la pobre.
En resúmen, Little Nicky es un aborto salido del infierno.
Una comedia sin buenos actores, sin buenos gags, sin buena historia, sin buenos
personajes y sin ningún talento que jamás debió haber visto la luz.
No hace ni puta gracia y le doy un 1 porque le meten una
piña por el culo a Hitler en un momento de la peli, con lo cual demuestran
estar en contra del nazismo, que es un rasgo propio de las buenas personas y
absuelve a los realizadores de esta película de la acusación de crímenes contra
la humanidad que sin duda hubieran merecido. PUTÍSIMA MIERDA.
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